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El cambio económico afectará gravemente al fraude

Durante los últimos años, y a medida que la economía global florecía, las oportunidades para impulsar el crecimiento, guiaron las estrategias comerciales. Los intentos de fraude se fueron frenando, con baja fricción para el cliente, con métodos de verificación más estrictos.

Pero ahora que nos enfrentamos a una crisis global, es hora de reconsiderar el enfoque que impulsó el auge económico en lo que se refiere al fraude.

Al más alto nivel, separamos el fraude en dos tipos: fraude de terceros y fraude en primera persona. En términos simples, el fraude de terceros implica el uso indebido de la identidad de un cliente real, o el acceso no autorizado a las cuentas o activos de un cliente real. 

El fraude en primera persona implica el uso de una identidad que el defraudador controla, ya sea su propia identidad, una versión manipulada de su propia identidad o una falsa identidad que hayan creado.

La diferencia importante en este caso es que los métodos para detectar y detener el fraude de terceros permanecen constantes incluso en caso de una recesión económica: establecer contacto con el propietario de la identidad y verificar si estos eventos son legítimos. 

Lo que bien es cierto es que las tácticas de fraude evolucionarán y los volúmenes aumentarán a medida que los perpetradores también se enfrenten a presiones para generar ingresos, pero siempre una persona real estará siendo suplantada, y existirá una víctima que confirmará cuándo se está produciendo el fraude.

Sin embargo, los cambios en el fraude en primera persona durante una recesión económica serán dramáticamente diferentes y mucho más problemáticos, ya que los defraudadores serán personas reales que se enfrentan a circunstancias desesperadas y también clientes «buenos» ya existentes que comiencen a defraudar. 

El problema es que no habrá una «víctima» para confirmar que se está produciendo fraude, y la línea entre el fraude (lo que implica intención) y el incumplimiento de crédito (que no implica intención) se va a tornar muy difícil de distinguir.

Aun teniendo recursos limitados, y las presiones que sufren, las entidades de crédito deberán tratar de distinguir el robo deliberado de los clientes honrados que se enfrentan a circunstancias adversas, gestionando cada uno de los casos. 

La nueva estrategia

En épocas de bonanza es sencillo construir una sólida relación con clientes. Las tasas de empleo son altas, los ingresos son estables y los riesgos son manejables.

Sin embargo, ahora experimentamos condiciones que cambian rápidamente, industrias enteras se han visto interrumpidas, el desempleo se ha disparado, y los clientes necesitarán asistencia y apoyo de entidades de crédito para ayudarles a capear el temporal. Ésta es una relación recíproca, pues para esas mismas entidades es conveniente que sus clientes puedan afrontar las dificultades.

Las entidades buscarán limitar las pérdidas y fortalecer las relaciones. Al mismo tiempo, tendrán que reevaluar sus estrategias existentes de fraude e identidad (entre otras) a medida que cada interacción con un cliente adquiere un nuevo significado.

Las buenas noticias

Las herramientas que las empresas necesitan para detectar el fraude en primera persona ya existen. De hecho, es posible que muchas ya tengan el marco necesario y un proceso relativamente simple para examinar correctamente tanto a los clientes nuevos como a los existentes en cada punto de contacto.

Esta crisis global se prolongará, pero con las herramientas adecuadas los negocios podrán protegerse a sí mismos y a sus clientes de riesgos de fraude y pérdidas de todo tipo: sobretodo la protección frente al robo o suplantación de identidad.

Momentos críticos para revisar la estrategia de fraude actual, y asegurarse de que se está preparado para hacer frente a los próximos desafíos.

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